Ayer unos amigos me preguntaron porque ya no estaba escribiendo en el blog, estoy segura de que si ellos hacen este proceso (que dicen querer hacer y yo deseo tanto que hagan) se darán cuenta que en esta etapa es difícil dase un tiempo para sentarse a organizar las ideas y plantearlas de forma escrita.
Nos vamos, ya es un hecho, no falta ningún trámite de inmigración. Nos vamos con trabajo (bueno, mi marido) y somos conscientes de que esto no es lo común. No sé si llamarlo suerte, perseverancia, destino. Tal vez es un poco de todo. Lo cierto para aquellos que me leen y sueñan con irse a Canadá es que existe una posibilidad, así que yo diría que hay que aplicar a los trabajos desde nuestros lugares de origen, nunca se sabe si el próximo en poder tener una oportunidad sean ustedes y este ejercicio también nos aclara mucho el panorama laboral.
Estamos felicies, tranquilos. Al principio nos imaginábamos lo que se sentiría subirse al avión a empezar tremenda aventura sin un trabajo seguro, sabiendo que los ahorros no duran para siempre si no hay una entrada de dinero. Admiro aquellos que ya lo han hecho, porque aún con trabajo son tantas cosas las que nos tienen ansiosos, que ahora me pregunto cómo se maneja semejante estrés sin dañar a la pareja y a los hijos. Estamos tranquilos porque tendremos un lugar donde llegar, un trabajo seguro, ayuda para los primeros trámites; la empresa donde trabajará mi marido nos proporcionará todo esto. Todavía quedan dudas, sobretodo relacionadas con las niñas y conmigo: las guarderías, las clases de francés, el hogar definitivo. Mas creo que todo va acomodándose y es cuestión de llegar con buena actitud y dispuestos a enfrentar el proceso de adaptación con todo lo que se necesite.
Este tiempo de espera ha sido reconfortante, mi marido dejó de trabajar y hemos podido tener unas buenas vacaciones y regresar con los abuelos (de mis hijas) para poder pasar un tiempo de calidad con la familia, que sabemos que es lo que más vamos a extrañar cuando estemos en nuestra nueva vida.
Faltan pocos días para volar a Quebéc, como tanto lo he soñado. A veces me parece que el tiempo pasa lento, cuando no tenemos las respuestas a las inumerables dudas que nos surgen respecto al trabajo, la vida, el viaje y todo lo que tenga que ver con la partida. Otras tantas me parece que el tiempo se nos escurre de las manos y que en un abrir y cerrar de ojos se van acabando los días que podemos compartir con nuestros seres queridos en México. Ha sido un gran regalo de la vida poder pasar este tiempo sin tantas preocupaciones, porque me ha permitido cerrar círculos, recargar el corazón y soñar con todas las posibilidades que nos ofrece nuestra nueva aventura.
Yo seguiré disfrutando de mi tiempo antes de partir...