jueves, 15 de diciembre de 2011

Crecer o perderse

Foto de Juan Carlos sobrevolando Montreal en avioneta
Seis meses han pasado y no me siento tan extraña como creí que estaría y he logrado más de lo que me había permitido soñar. Así soy yo, previendo lo difícil y buscándole las razones a las dificultades, mientras convierto en experiencias las frustraciones y minimizo los problemas.

Montreal desde el aire
Compartir hoy lo que he vivido, pensado y sentido en este tiempo, no es tarea fácil, porque ya está matizado por mi subjetividad, pero sé que quien lee quiere reafirmar sus ideas, tomar fuerza para sus luchas o encontrar razones para desistir. Entonces un pensamiento ético me atrapa, porque bajo circunstancias parecidas son los detalles los que hacen la diferencia y no quisiera que lo que yo escribo lleve a otro a tomar las decisiones incorrectas.


Yo me siento feliz en Montreal. Ahora es mi lugar en el mundo y voy aprendiendo a ver sus calles, sus estaciones, su gente tal como son, no como los imaginé y voy siendo parte de ese mundo mucho más rápido de lo que hubiera creído, porque me muevo con seguridad y aún tropezando con sus idiomas puedo darme a entender y comenzar a relacionarme con esta nueva realidad.

Mis hijas me llenan de orgullo, porque  vuelven a tener amigos y sonríen. Porque van aprendiendo a disfrutar lo que su nuevo mundo les ofrece y dicen que les gusta la nieve y que venir a Montreal fue “una buena idea”. Aunque se enojen porque hay tráfico de regreso a casa, porque su familia de México no viene a visitarlas a su casa y se haga de noche tan rápido.

Juan Carlos cada vez se siente más cómodo en su trabajo. El francés va ganándole terreno al inglés, aunque todavía se sienta incómodo con eso. Tantas experiencias nuevas y enriquecedoras combinadas con la sensación de que los vecinos nos vean como pequeños niños aprendiendo hacer las cosas como se deben de hacer.

 No, no todo es miel sobre hojuelas, a pesar de tener trabajo, entrar a la universidad, sentirse bien y certeros de haber tomado una buena decisión. También hemos sufrido con la experiencia del permiso de conducir, las tarjetas de residentes de mis hijas y mía siguen sin llegar, las llamadas por teléfono todavía causan cierta angustia.

Pero qué reconfortante es saber que uno ha escogido un camino por las razones correctas y es capaz de enfrentarse a las consecuencias con responsabilidad.


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